Odiaba que aquello pasara, sabía que todas aquellas retorcidas ideas solo ocurrían en su cabeza. Sabía que si continuaba haciendo eso, desencadenando esas reacciones, acabaría realmente mal. En realidad últimamente conseguía controlarse mucho más que antes, pero aún así, cuando aparecía, la sensación de vacío interior era más grande. Cualquier respuesta le parecía negativa, hacía no una torre, ni una ciudad, si no una civilización entera, de un solo y mísero grano de arena. "Completamente opuestos". Las palabras se repetían constantemente en su cabeza, una y otra vez, repiqueteando las paredes internas de su cráneo, taladrando su cerebro y haciéndole pasar cada vez más hacia la penumbra que hay entre la cordura y la locura. Entonces, la miró a los ojos.
Aquellos ojos grandes, brillantes a causa de las lágrimas inminentes. Aquellos ojos marrones, con un despistado color verdoso. Aquellos ojos que él tanto conocía. Los miró, fijamente, y no pudo soportarlo, todo se vino abajo. No había agujero, no había abismo, no había pozo. Solo había arrepentimiento, por haber pensado eso, simplemente por atreverse a imaginar esas barbaridades. "Opuestos, completamente opuestos". Volvió a pensar en todo, y cayó en la cuenta. Sin darse cuenta, sonrió.
-¿De qué te ríes? ¿Qué te hace tanta gracia?
-De nada, simplemente es que... quizá no seamos tan opuestos. Quiero decir, tenemos muchas cosas en común, aunque sean tonterías. Además, si tenemos cosas que nos diferencien, la cosa es más entretenida. Al fin y al cabo, dicen que los polos opuestos se atraen.
"Al final, siempre tendremos algo en común. Una semejanza más importante que todas las demás diferencias. Éso que tanto me gusta que me digas, eso que tanto te gusta que te diga."