lunes, 12 de diciembre de 2011

Criaturas en la noche

   El día estaba completamente nublado, no había rayo de sol que se atreviera a traspasar la fría y densa barrera de nubes que lo encapotaba todo, sin dejar respirar. Por lo que se podía ver en un pequeño hueco en el lejano horizonte, estaba anocheciendo. Con la noche llegaría el frío, la oscuridad, los monstruos, y los miedos. Estaba completamente aterrorizado, no quería pensar en ello. No iba a dejar que anocheciera, haría cualquier cosa para impedirlo. Cada vez había menos luz, y yo no podía hacer absolutamente nada. Estaba indefenso, solo ante cualquier peligro. Empecé a pensar, a recordar. Las noches anteriores habían sido terribles, las había vivido completamente, y había sufrido cada detalle oculto en la oscuridad. Y lo peor de todo, eran aquellas extrañas criaturas que surgían de la nada, y me acechaban continuamente, sin descanso. No podía más con aquellas cosas, las odiaba, quería aplastarlas, quemarlas, destrozarlas y acabar con ellas para siempre. Las temía, no podía vivir con ellas.

   El corazón le dio un vuelco, la cara se le torció; todo se me cayó encima, como un alud proveniente de la cumbre más alta. El último rayo de luz se escapó de entre mis dedos, a esconderse en su escondrijo. Empecé a ver todo tipo de cosas. Ojos rojos y grandes, mirándome, acosándome a cada instante. Sonrisas deformes, con dientes afilados como espadas, listos para cerrarse sobre mí en cuanto tuvieran ocasión. Orejas largas y puntiagudas, y aquellas garras largas, amenazantes. Cerré los ojos, me estaba volviendo loco. Estaba aterrorizado, no podía soportar un instante más a aquellas cosas, existieran o no. Abrí los ojos, estaban formando un corro alrededor de mí, y avanzaban lentamente, intentando darle más intensidad al momento.

   Entonces divisé algo diferente entre todos los rostros. Me fijé en una mirada perdida, como apartada del resto; unos ojos avellanados, agradables, cálidos. Y una sonrisa. Aquella sonrisa me paralizó. No era una sonrisa cualquiera, aquella sonrisa era capaz de sentir, tenía vida propia. No quería perderla de vista, quería seguir mirando aquello toda mi vida, olvidarme de todo lo demás. Y, asombrosamente, así fue. Todos aquellos seres repugnantes desaparecieron. Ya no estaban, se habían ido, y no volverían nunca. Me invadió un sentimiento irrefrenable de felicidad. Fijé mi vista de nuevo en aquel rostro. Estaba más cerca, y seguía caminando hacia mí. Alcé la visa, y sus ojos me atraparon.


   "Cuando se cierre, todo habrá acabado. Pero no se cerrará."

1 comentario:

  1. "El último rayo de luz se escapó de entre mis dedos, a esconderse en su escondrijo"
    Aaaaaah... Maldito seas tú y tu manera de hacerme viajar en tus textos. He podido ver ante mis ojos todos los actos, con detalle.

    <3

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