sábado, 22 de octubre de 2011

Lo que haga falta.

   Iba paseando por la calle, ajeno a todo, concentrado únicamente en el ritmo de sus pasos, acompasado a la música de sus auriculares. La fuerte lluvia le golpeaba en la cabeza cuando de repente escuchó algo. Oyó una voz en su cabeza, que le decía que alzase, la vista, que mirase hacia delante. Lo hizo, pero no vio nada; solo un enorme grupo de personas aleatorias, andando pensativas, mirando al suelo, inmersos en sus variados pensamientos y destinos. "Fíjate mejor, busca bien. Encontrarás algo agradable para ti." Le repitió la voz. Poco a poco, la gente fue desapareciendo, al principio tres o cuatro personas se metían ramificaciones de la calle principal en la que él estaba, pero después, fue más notable: la gente empezó a desaparecer de su vista, como si para él ya no existieran. Y así, poco a poco, sólo quedó una única persona.

   Al principio casi ni la vio, estaba lejísimos, escuchando música, como él, sin prestar atención. Estaba muy lejos, pero, poco a poco, se fue acercando. La chica alzó la vista, y le miró, desde la lejanía. Le pareció ver un atisbo de sonrisa en sus labios mientras avanzaba hacia él. Él le devolvió la sonrisa, y le gritó que se acercara más, pero no debió de oírle, porque aún estaba muy lejos. Entonces empezó a observarla detalladamente, cada movimiento que ejecutaba, el maravilloso ritmo que marcaba al andar, como si bailara al compás de su propia vida. Se fijó en su figura, esbelta, delgada, gloriosa. Y se fijó en sus ojos. Le pareció muy extraño, ya que estaba demasiado lejos como para poder verlos, pero ahí estaban. Los veía con completa claridad. Unos profundos ojos marrones con un pequeño toque verdoso, que le miraban fijamente y le atraían la mirada, que impedían que mirara a otra parte. Y, efectivamente, no pudo mirar a otro lado. De repente, sin saber el porqué, le invadió una inmensa felicidad. No lo entendía, era una chica cualquiera, pero se sentía bien. 

   Poco a poco, la chica le fue contagiando el ritmo, hasta el punto de que andaba también con esos particulares movimientos, con esos pasos danzarines que tanto llamaban la atención. Lentamente, muy lentamente, la chica seguía acercándose hacia él, y él no podía dejar de mirarla a aquellos ojos hipnóticos, gravitatorios. Y entonces, la chica se paró en seco, se le quedó mirando con cara de asustada, a la vez que negaba con la cabeza y mecía su morena melena. "¿Por qué se para? ¿Qué pasa?" pensó el chico, ¿sería que no quería acercarse? Fuera como fuese, la chica se quedó ahí, quieta, sin dar ni un paso más, negando con la cabeza. El chico siguió avanzando hasta ella, un poco temeroso. Y entonces la mueca de ella cambió, y se convirtió en una horrible cara de terror. Le dio lástima, y él también se paró en seco. Al principio, él se sintió un poco mal, porque pensó que ella no se le quería acercar, pero después, se dijo a sí mismo, que si ella quería pararse, él también.

   Pero cuando ya se había hecho a esa idea, ella dio un pequeño pasito hacia él, casi imperceptible. Pero él lo notó. "Gracias" pensó, "muchísimas gracias". Ella lo estaba intentando, estaba intentando acercarse a él, muy lentamente, pero lo estaba intentando. Y él lo valoraba, lo valoraba muchísimo. Porque ella había hecho que la tempestad parase, que la lluvia amainase. Había conseguido que el viento dejara de soplar, y ahora solo existía ella para él. Incluso los edificios dejaron de tomar importancia para él. Una idea se le pasó por la cabeza, y se sentó en el suelo. "Te esperaré aquí, siempre. Hasta que llegues" sonrió.


   "Algún día nos encontraremos, y entonces no habrá quien nos separe. Algún día."

2 comentarios:

  1. Y es que hay personas que, aunque siempre han estado ahí, a tu alcance, nunca has sido capaz de difuminar al resto de la gente para darte cuenta de que él o ella es a quien necesitas.

    <3

    ResponderEliminar
  2. Algún día nos encontraremos... Yo sigo esperando...

    ResponderEliminar